El hombre de la estrella
El calendario maya dice que soy Estrella Cósmica, que "trasciendo el arte y perduro con el fin de embellecer". Dos características que cualquiera que las posea se sentiría reconfortado y orgulloso, seguro de sí mismo. Más aún si la persona en cuestión intenta/espera/pretende dedicarse al arte.
Pero qué pasa si uno siente que no encuentra el arte, no lo puede traspasar, no puede entrar a ese mundo, no puede romperlo, ni moldearlo, ni cambiarlo, ni nada.
No poder entrar al mundo que uno anhela. Esa es la cuestión. Ser o no ser. Ese es el miedo, NO ser.
Uno, como persona, como estrella cósmica o como lo que sea, busca el mundo donde más cómodo supone que va a estar. Viaja mundos, prueba mundos, consume mundos, histeriquea mundos, ama mundos, odia mundos, crea mundos y los rompe. Los trasciende. Llegará el día en que nuestra estrella se pose en un cielo donde todo sea claridad y brillo. NUESTRO cielo.
Para llegar a él y luego trascender el arte hay que desquitarse de los viejos mundos, donde abundan los miedos ("The same old fears" dijo Floyd), las estructuras y la modorra. Hay que sacudir la cabeza y que caigan como la caspa.
Ahí vamos entonces. Dejando atrás la caspa y la estela de nuestra estrella.
Hasta la vuelta, siempre.