martes, 4 de diciembre de 2007

Historias del Otro Lado del Mundo (Angola)

El avión en el que viajás no llega a destino con ese combustible. Hace una parada de emergencia. Desembarcás en Angola. Empezás a dar vueltas en el aeropuerto. Los 40º de sensación térmica te agobian. Necesitás aire, tomar algo fresco. “¿Qué hago acá?”, te preguntás....seguís caminando. Los pies se te cansaron. Las suelas de las zapatillas se están derritiendo. Te sentás en un bar. Pedís, como podes, algo para tomar. Querías una gaseosa fría pero no entendieron las señas que hiciste, así que te traen un té. Sí. Un té. Caliente. Hirviendo. Te quedás mirando al mozo sin saber que hacer: ¿Le pedís que te lo cambie?, ¿Te largas a llorar? Mejor pedir azúcar.
Terminás de tomar el té. Transpirás. Mucho. Las gotas no te dejan ver bien el paisaje árido del aeropuerto. Te levantás para ir al baño y tirarte un poco de agua. Eso no puede fallar. Las piernas se te aflojan. Llegás al baño de hombres, pero no llegás a la pileta para mojarte. Todo se te nubla. Un amarillo pálido te ocupa la visión. Estás ciego por un minuto. Cuando podés ver nuevamente te das cuenta que estás en el suelo del baño, al lado del inodoro. Te cuesta levantar la cabeza del suelo. Antes de hacerlo te das cuenta de una sensación extraña. Tenés frío un sector del brazo. Lográs moverte para ver lo que sucede. Una niña desnuda de unos 8 años angoleños te esta lamiendo el brazo. Como un perro calma la sed en un balde de agua, ella lo hace en tu brazo. Lo recorre todo con su lengua curtida, seca, rasposa. Ya no sentís el frío. Te asustás y le sacás el brazo. La niña te intenta explicar que tiene sed. Te vas del baño. La nena te sigue atrás. Ya no está desnuda. Tiene un vestido rojo, que hace juego con sus labios. Caminás y no encontrás el avión. No encontrás el bar donde tomaste el té con azúcar. No hay gente. Solo ves tierra, montañas y desierto. Te das vuelta y la nena del vestido amarillo pálido te mira. No te habla. Solo atina a lamerte la mano. Seguís caminando y los pies te queman. No tenés más las zapatillas. Dos niños de 8 años uniformados te encaran y en un español perfecto te dicen “documentos por favor”. Los buscás pero no sabes donde. Estás desnudo. Y la nena lamiendote los pies. Los niños uniformados miran seriamente. No les caes bien. Querés correr pero la saliva de la nena te calma el ardor de la tierra. Preferís quedarte y no quemarte. Los uniformados te van a castigar por tener esclavos. “Yo no tengo ningún esclavo” les decís. Ellos no te entienden, son angoleños. Sólo ven a la niña lamiendote los pies. Ahora ellos son los que se agachan. De sus bocas escupen dos clavos. De sus cinturones sacan dos martillos. Y te comienzan a clavar al suelo. No sentís las perforaciones. Tampoco los querés ver. Cerrás los ojos y solo escuchás…pim, pam, pum….silencio….pim, pam, pum….silencio. Pensás que ya terminan. Pero no. Todavía falta. Por atrás tuyo pasa el hijo de Porcel y te regala un walkman. Desnudo, con los pies sangrando y una sonrisa te dice: “Bienvenido a Angola forastero”.

4 comentarios:

lexi dijo...

JJJJuuuuuuaaaaaaaaa!!!!!!!!!!

zeta dijo...

Uy, que duro...Sabes,quiero volver acá, así que si puedes pasa por mi espacio y deja un comentario para que encuentre el camino de regreso...quiero leer que escribieron sobre mi pais...Bueno, eso es todo,cuidense,suerte.bye.

zeta dijo...

Uy, que duro...Sabes,quiero volver acá, así que si puedes pasa por mi espacio y deja un comentario para que encuentre el camino de regreso...quiero leer que escribieron sobre mi pais...Bueno, eso es todo,cuidense,suerte.bye.

lexi dijo...

gracias apagadores de luces!!! la verdad no soy consciente de nada!!!
gracias!!!!!!